
Por José Mª Rodríguez Vega.
El calor sofocante junto con el olor nauseabundo de miles de meadas de perritos falderos y el escape de las motos era más de lo que podía aguantar el solitario de Perrano. Toda la ciudad condal daba asco y nada podía uno esperar hasta las próximas elecciones a diputados y concejales de perrunos. Entonces, estos oligarcas amigos de los perranos sacaban afuera la jadeante lengua implorando el voto, voto que por cierto iba siempre manchado de mierda perrana que los perrunos de los aguaciles limpiaban como podían con todo el amor y el cariño y sin desperdiciar ni una sola molécula de boñigas tan orondas y sagradas… Mientras Perrano iba absorto olisqueando el aromático ambiente callejero, una señorita preciosa y muy mona apartó a la mierda de su perrito de las cercanías de las peligrosas patas o piernas de Perrano mientras le decía muy humanísticamente: <«¡Cariño! ¡Que te van a atropellar!»> Aquellos imbéciles animales ya no hablaban entre ellos como tiempos atrás, ahora hablaban con sus mascotas perranas largos discursos dorados y aureolados además de estupendos ditirambos, magnificas elegías con sus hexámetros y pentámetros y demás parafernalia y otros laudatorios de todo tipo y de vez en cuando algún panegírico elegiaco si por fortuna aquella porquería de bicho la palmaba…
Por aquellos días muchos hablaban solos o con sus perranos y era tanta la afición que comenzó a tenerse por cosa de mal gusto hablar sin ladrar o ladrar entre los humanos. Uno sólo debía hablar con su perro y a ser posible meneando la cola… Por entonces un perrano juez internacionalista y juzgador del mundo acabó sacando la oportunística ley contra los insultos a los perranos: Todo aquél que maltratase de palabra a un perrano -fuese donde quiera que fuese- sería considerado muy humano y castigado a conocerse todas las clases y subclases o razas de los perruzos, esos asquerosos animalitos perranos tan prolíficos y peludos. Cuando un perrano se te meaba encima uno no podía por menos de sentirse complacido y mientras levantaba la patita se le debía mimar y se le debía acariciar como si del lomo de la Scarlette Johanson se tratase a la vez que se le daba las gracias. El maltrato de obra y sin necesidad de ser un perrano confeso -convicto uno lo es siempre en Perrilandia- estaba castigado desde hace tiempo con la «zoofilia inversa», o sea: el asqueroso bicho te daba por saco mientras su dueño te insultaba, y esto tres veces por semana y dado lo mucho que Perrano odiaba a toda aquella zoología perruza ya le habían castigado varias veces y todo él era un puro llanto y un crujir de dientes de tanto berrinche como llevaba por motivo intimo de su infectado trasero. Al revés la cosa seguía considerándose una faceta del bestialismo como no podía ser menos.
Andaba por entonces el pobre Perrano renqueando de una pata, pues al igual que a su suegra se le había partido la pata trasera al resbalar en las resbaladizas y graciosas meadas de aquellos entrañables animalitos. Iba por la calle recitando el presente del verbo renquear:
yo renquee
tú renquees
él renquee
nosotros renqueemos
vosotros renqueéis
y ellos renqueen… ¡¡Tu puta madre, perros asquerosos!! Inversores de la Escala Dei!! http://www.todoperros.com/phorum/
¿Cómo íbamos a tener la misma preceptiva legal en la debida proporción cuando todo se ha desmadrado, o mejor: desperruzado o emperruzado…, no sé… Cuanto más educado es un animal humano más emperrado ha de estar y ha de comportarse y en el límite del buen gusto, de su buen gusto, la recogida de la mierda perrana en bolsitas de plástico y con las propias y delicadas manos se considera el colmo de la fina urbanidad: tiran al desagüe la mierda propia con ascos y se llevan contentos a casa las cagaditas de los peludos perranos…, mientras tanto el Estado perrano se gasta millones de perras en estos repugnantes bichos y está apareciendo la delicada costumbre de adoptar un perrito sin dueño antes que un humano sin criadores: a los bebés humanos muchos los tiran a la basura sin pestañear mientras que se llevan a casa cualquier bicho que repte o camine con cuatro o más patas. Es el estado bicoca de los veterinarios. Tal es la alta sensibilidad. La moda estriba en imitarlos perrilmente y llevar al cuello un collar de pinchos y un montón de tatuajes a la vez que es cosa muy guay ladrar por todas partes para ver de «comunicarnos» con ellos sin producirles un «trauma psicológico» de imprevisibles consecuencias debido a nuestro mal carácter mientras que para hablar entre nosotros se nos facilita un bozal…
Sea como sea y entre mierda y mierda y meada y meada la cosa va para adelante y ya se está trabajando de firme para el logro sublime de una recogida de firmas para obtener una Declaración Universal perrana para el Bienestar de los Animales (no humanos) por parte de las Naciones de perranos Unidas, una peticion para un reconocimiento por la UNESCO de una declaracion universal de los derechos animales (no humanos). Se proponen castigos severos para aquellos humanos que abandonan públicamente -perrunamente- un animal, más castigos severos para cualquier forma de malos tratos de acuerdo con una futura ley aplicable por toda la Unión perrana Europea y además se quiere establecer un control de natalidad, es decir, crear un presupuesto para la organización y financiación por toda la Europa perrana de un sistema de recogida, esterilización, puesta en adopción y vacunación para millones de animales perrunos abandonados irresponsablemente por los indeseables humanos en toda la Europa perrana, a más del gasto en «pipí-canes», hectómetros de tierras contaminadas, containers de mierda perruna y depuradoras de los meados sagrados de toda perrulandia. Se buscará también la contrucción de albergues perrunos de acuerdo con las respectivas normas perranas dentro de la UU.EE. de perranos, y se facilitará el mantenimiento de estos albergues para asegurar una acogida confortable, una alimentación fabulosa a base de exquisiteces perrunas del Mercado pletórico y un rápido tratamiento de todos los perranos con gastroenteritis perrunil y además se buscará a cargo de los presupuestos del Estado perrano la financiación del puesto de director perruno y babeante para cada uno de estos albergues, para asegurar que este honroso trabajo se realice dentro de los estándares mínimos por toda la meada Europa. Se busca la igualdad de todos los seres vivos sobre la tierra y esto es debido a que Dios estaba -el muy necio- por completo equivocado, ya que el humano no está en su escalera por encima del perrito sino por debajo: por ejemplo cuando se agacha para recogerle la mierda que le cuelga de su repugnante ano. Si antes algunos pensaban que no era posible que ninguna criatura irracional pudiese ser sujeto pasivo de una ley, ahora se ha descubierto que esto no es verdad, que sí pueden ser sujetos pasivos de una ley, pues en verdad Dios se preocupa por los bueyes y por los perranos (1 Cor. 9, 9):¿Num quid de bobus cura est Deo? No son pasivos estos bichos ya que están muy activos cagando y meando por todas partes y en ellos los perranos humanos derrochan millones… Ser perruzo es ser un objeto o sujeto de lujo, de pura opulencia.
Perrano se consolaba pensando que con la crisis económica lo primero que las bestias humanas se comerían en caso de apuros serían a sus perritos falderos… ¿O no? ¿No podría suceder que tornasen en su acendrado bestialismo a comerse los unos a los otros antes que ver despanzurrado a una de sus apreciadas mascotillas? El hambre aprieta, pero no ahoga… Al fin y al cabo el canibalismo como alto delito estaba cediendo el paso al perranismo o perruzo a la vasca ¡esto si que es un crimen!, comerse a un perrito frío o caliente.
Un crimen!! Hete aquí los canallas de los chinos que los matan a palos o los acuchillan para que mueran desangrados tras una larga agonía. A otros perrinos estos humanos amarillos los sumergen aún vivos, en agua hirviendo para así poder despellejarlos con facilidad en lugar de comérselos vivos como hacemos nosotros con nuestras langostas, centollas, bogavantes y ostras. Una barbarie de sangre y muerte perruna que la sociedad protectora de animales francesa y canina «One Voice perruna canine» ha puesto al descubierto tras hacer públicas las imágenes de un vídeo grabado con cámara oculta en una de estas instalaciones perranas del imperio amarillo.
Por este motivo, las autoridades humanas chinas dieron la orden, hace sólo tres semanas, de retirar a los vagabundos y prostitutas humanos de las calles por prohibírseles hacer perrerías en ellas, pero ahora también han decidido que algunos restaurantes especializados en Pekín se mantengan cerrados mientras se celebran los eventos deportivos para así no herir la alta sensibilidad de los perranos ñoños europeos. La prostitución de los perros sí está permitida: puedes pagar por darle por detrás a un perruzo, pero jamás que el perruzo te de a ti como dio al marrano de Perrano.
Perrano, apoyándose en un árbol furtivamente levantó el pié… y allí, en medio de la suela de su zapato estaba pegado el regalito: cada pueblo tiene la mierda que se merece se dijo a sí mismo mientras se limpiaba con su pañuelo blanco aquella mancha viscosa de un hedor acre nauseabundo y de un color ocre indefinido. No la podía arrojar a la papelera…, debía cogerla con todo cuidado y llevársela a casa y guardarla como oro en paño para el cercano Año del Gran Almacenamiento: Se erigirá entonces un monumento a todos los perruzos del mundo en medio de la Plaza de Catalunnnnnya y a su alrededor se hará Dios mediante la Gran Ofrenda del Diseny catalá: Una descomunal mierda de unos cincuenta metros de alto en cuya cúspide se clavarán las banderas de las autonomías secesionistas dejando lo más alto de todo de la inmensa mierda como lugar sagrado y muy honorífico para las banderitas perranas catalana y vasca, que serán de rígido policarbonato, ya que se teme que el gran hedor de tan magnífica mierda arrugue el débil trapo.
Perrano se dio entonces cuenta, cayó en la cuenta, como se dice…, que la coprofagia perruna se estaba poniendo de moda, que al pueblo perrano era posible hacerle tragar todo y encima tenerlo contento… Pero él no pasaría por esa…, antes era preferible que a uno le diese por saco un pastor alemán o un San Bernardo o cualquier caniche. Al fin y al cabo los ladridos de los perrunos y de los perranos eran ya indistinguibles y todos parecían repetir cansinamente el mismo «guau».
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