
Por Francisco Muñoz de Escalona.
Hasta el día 6 de julio no quedará despejada la incógnita de la selección de Madrid como sede de los XXX Juegos Olímpicos del año 2012. Recientemente recibió la visita de trece especialistas del COI que evaluaron el proyecto elaborado por la Villa y Corte para albergar a las delegaciones oficiales de los países participantes, celebrar los juegos y dar acogida al millón y medio de visitantes procedentes de todo el mundo que pueden llegar. Todos los españoles están unidos en apoyo del proyecto porque es algo que puntúa positivamente. Desde aquí expreso mi solidaridad como ciudadano español, pero como científico quisiera hacer algunas consideraciones desapasionadas para centrar este tipo de grandes eventos en nuestro mundo y verlo en su evolución histórica. Pues la noticia pone una vez más de actualidad los Juegos Olímpicos. Todos los medios de comunicación la resaltan respondiendo al interés del COI por mantener encendida la llama del movimiento deportivo más importante del mundo.
Los Juegos Olímpicos son desde hace años extraordinariamente ricos en dimensiones y por ello que pueden ser considerados desde numerosos puntos de vista. Tienen un destacado interés para los jóvenes, porque ellos son amantes del deporte y de la gloria que les puede reportar batir un record y ocupar un puesto en la historia; para las empresas multinacionales, porque generan tal movimiento de gastos que todas aspiran a no perder la posibilidad de obtener suculentos beneficios; los amantes de los espectáculos deportivos de calidad, millones en todo el mundo, porque esperan presenciar a los más reputados deportistas del momento y ser testigos del emocionante momento en el que se baten las marcas más inverosímiles; las agencias de viajes, porque la demanda de sus servicios aumenta sorprendentemente en todos los países del mundo; las líneas aéreas, por los mismos motivos; las empresas inmobiliarias, porque tienen una de las más grandes oportunidades de negocio si consiguen recibir el encargo de participar en la construcción de las infraestructuras necesarias. Y, “asim por diante” como dicen nuestros queridos vecinos los portugueses, desde los arquitectos pasando por los periodistas y las empresas de medios de comunicación, los publicistas, los creativos, las empresas de marketing y hasta, por qué no, los policías, los médicos y los servicios de salud en general. En nuestra época globalizada, este desaforado interés no se limita a una ciudad, una región o un estado sino que se difunde por todo el mundo en ondas concéntricas sucesivas que alcanzan hasta a los más pequeños y modestos negocios como consecuencia de lo que llamó John M. Keynes efectos multiplicadores del gasto.
Junto a los Juegos Olímpicos podemos invocar las Exposiciones Universales, desde la que se organizó en Londres en 1852, siguiendo por la de París de 1878, la de Chicago de 1893, la de París de 1900, la de Barcelona de 1929 y la de Roma de 1942 (que no llegó a celebrarse por la guerra), entre otras muchas, hasta llegar a las tres últimas, las celebradas en Sevilla (1992), Lisboa (1998) y Hannover (2000). Como los Juegos Olímpicos, las Exposiciones Universales exigen, como digo, elevadas inversiones y están consideradas igualmente y a priori como altamente rentables desde numerosos puntos de vista, pero no deberíamos descartar que puedan tener resultados desfavorables, como fue el caso de la Exposición Iberoamericana de Sevilla, en 1929, que provocó el endeudamiento de la corporación municipal hasta hace poco, hasta casi las mismas puertas de la Exposición Universal de 1992.
Tanto los JJOO como las EEUU seguirán organizándose en el futuro previsible porque no se justifican solo por su alta rentabilidad financiera sino por otras muchas razones, entre las que ocupa un lugar destacado la construcción de lo que llaman los especialistas en marketing imagen de la ciudad. Remedando a estos expertos podríamos decir que se trata, en ambos casos, de vender productos “intangibles” con harto”valor añadido”, de rentabilidad garantizada para la mayor parte de los inversores, para el país y la ciudad sede y para el género humano en su totalidad. ¿Qué país podría rechazar el alto privilegio que confiere ser elegido por el organismo competente sede de alguno de estos grandes eventos modernos de masas. Este tipo de eventos quedó pronto consolidado porque se convirtió en el maridaje perfecto de los intereses públicos al más alto nivel con los intereses privados de casi todos los sectores empresariales. Son ya 31 las Exposiciones Universales celebradas durante el siglo y medio que ha pasado desde la exposición de Londres (1851) hasta la de Munich (2000). Pero aquí quiero centrarme en las Olimpiadas y dejar para otro comentario el estudio de las Exposiciones Universales.
Los Juegos Olímpicos dicen algunos que tienen su origen en Grecia que se celebraron en la ciudad de Olimpia desde el año 776 a. C. si nos atenemos a lo que dice el historiador Timeo (352 – 256 a. C.) Grecia nos ha legado, además de los Juegos Olímpicos, otras muchas instituciones con las que se configura el entramado de la Civilización Occidental, que tiene por ello claras raíces Orientales (Babilonia, Egipto, Creta, Grecia, Roma…) ¿Pero son los JJOO de la actualidad los mismos juegos que se celebraban en la ciudad griega de Olimpia en el primer milenio antes de Cristo? Y entodo caso, ¿en qué se asemejan y en qué se diferencian? Es lo que me propongo averiguar en este comentario. Me voy a referir, en primer lugar, a un elemento común. Tanto los Juegos de la antigüedad como los de la actualidad surgieron en sociedades ricas, urbanas, preparadas y competitivas que vieron en el deporte una actividad al servicio de la salud y de la belleza. Además hay que adelantar que tanto antaño como hogaño, los JJOO establecen un marco favorable a los negocios que se localizan en la ciudad que los organiza. No creo que existan muchos elementos más en común.
Las sociedades de los estados-ciudad de la Grecia antigua estaban marcadas por la desigualdad. Había una minoría de nobles, la clase ociosa, servidos por esclavos y una mayoría de artesanos, agricultores, ganaderos, pescadores y marineros, la clase negociosa. Los juegos eran practicados por los jóvenes de la nobleza como parte integrante de las actividades que les imponía realizar su estatuto de clase, entre las que se encontraban otras como el estudio (escuela viene de écolé, que significa ocio en griego) la guerra y la gobernación. Las mujeres no solo no podían participar en los juegos que se celebraban en Olimpia y que tenían carácter netamente religioso, es que ni siquiera podían asistir como espectadoras bajo pena de muerte sin remisión para la que incumpliera la norma. Los atletas que participaban en los juegos procedían del entorno geográfico y cultural de la península griega, siendo los lugares más distantes las colonias griegas del sur de Italia. Competían desnudos y descalzos. Los triunfadores recibían en premio una corona hecha de ramas de olivo y se quedaban a vivir en la ciudad hasta el fin de sus días con cargo al erario público porque habían conseguido ascender en el escalafón social. A partir de su victoria pasaban a tener el estatus de héroes, situándose así entre los simples mortales y los dioses.
Las guerras eran muy frecuentes entre los antiguos griego pero, dado el carácter sagrado de los juegos, se declaraba una tregua para que se celebraran en paz. Pocas cosas se saben de los juegos pero se dispone de las ilustraciones que decoran los vasos etruscos de cerámica que pueden verse en algunos museos.
Esta estructura social explica que los espectadores de los juegos fueran más valiosos que los atletas. Los espectadores eran nobles, guerreros y plutócratas, cuya asistencia formaba parte de la clase ociosa y contemplativa, ajena a las actividades productivas (negociosas, de nec – otium, no – ocio en latín)
Los actuales juegos olímpicos datan de fines del siglo XIX. El noble francés Pierre de Coubertin realizó un viaje a la ciudad de Olimpia y allí tuvo la idea de recuperar los antiguos juegos. En su época, el deporte seguía siendo un privilegio de la nobleza, sobre todo de la británica. Coubertin se propuso generalizarlo a toda la sociedad ya que pensaba que su práctica traería beneficios tanto a la salud como al desarrollo de las fuerzas de trabajo indispensables para aumentar la producción. El 23 de junio de 1894, convocó en París a catorce delegaciones deportivas de otros tantos países para asistir y participar en un congreso internacional. En ese congreso se creó el actual Comité Olímpico Internacional. Las primeras olimpiadas modernas tuvieron lugar en Atenas en 1896. Asistieron 311 atletas de 11 países. Atenas recibió cerca de setenta mil visitantes procedentes, en su mayor parte, de países europeos. En 2008, la sede de los JJOO la ha fijado el COI en la ciudad china de Pekín. Serán los XXIX JJOO. Este tipo de eventos se ha ido transformándose sustancialmente, no ya en comparación con los de la antigüedad, sino incluso en relación con los que se celebraron a fines del XIX y durante la primera mitad del XX.
Mientras que los juegos de la antigüedad eran de carácter religioso y estaban, por tanto, monopolizados por la clase ociosa, los de la actualidad son eventos altamente negociosos en los que, después de una primera fase en la que los gastos eran financiados por el erario público, los últimos, a partir de los juegos de Los Ángles (1984), han quedado en manos de la iniciativa privada, algo que se intensificó en los de Atlanta (1996), la ciudad en la que se localiza la sede principal de Coca Cola, multinacional que influyó decisivamente, según se dice, para que fuera seleccionada por el COI como sede olímpica. Desde los primeros juegos de Atenas, hasta los últimos del año 2004, también en Atenas, los juegos se han celebrado en 28 ocasiones en ciudades de todos los continentes, 13 en Europa, 6 en América y las 10 restantes en Asia, Rusia y Australia. Hoy la organización de los JJOO es de tanta complejidad que se pone en manos de empresas especializadas en macroeventos. Los XXIII Juegos Olímpicos, celebrados en la ciudad de Los Ángeles en 1984, (en 1932 se celebraron en la misma ciudad), se basaron en el ente planificador denominado “Los Ángeles Olimpic Organizaning Commitee” (LAOOC), una singular y compleja ONG que desarrolló su tarea durante casi cinco años y medio. En el LAOOC trabajó un equipo de 1.500 personas a pleno tiempo, lo que supone cerca de tres millones de jornadas/hombre, a lo que hay que añadir la contratación de 45.000 trabajadores durante los juegos. El LAOOC consiguió que los juegos de Los Ángeles fueran uno de los más grandes éxitos deportivos conocidos por la humanidad y están considerados como uno de los más grandes negocios del siglo XX.
Con motivo de unos Juegos Olímpicos o de una Exposición Universal, la ciudad anfitriona realiza obras públicas tan espectaculares que cambian su imagen. En Los Ángeles se acondicionó el Exposition Park, lugar en el que se celebraron los juegos, y se mejoraron las instalaciones del Memorial Coliseum. Se construyó un velódromo, un estadio para hockey, varios campos de tiro, piscinas y otras instalaciones permanentes, a todo lo cual hay que añadir una multitud de construcciones efímeras. Se vendieron 140 millones de entradas. Los ingresos ascendieron a 787 millones de dólares y los gastos no llegaron a los 546. El saldo favorable fue de cerca de 223 millones de dólares. El impacto económico de los juegos se dejó sentir en todos los sectores productivos y en todos los aspectos de la ciudad. Ciudades como Barcelona y Seúl cambiaron su imagen debido a las obras acometidas para los JJOO.
Un destacado interés para el estudio de lo que denomino empresas productoras de servicios incentivadotes de visitas turísticas tienen las asociaciones mundiales de todo tipo, (deportivas, científicas, políticas, militares, religiosas, industriales, profesionales) tanto para elegir la sede permanente de algún gran evento como para la celebración de asambleas y congresos periódicos. Los cambios en la trama urbana, en la vida diaria y en la dotación de infraestructuras y servicios de todo tipo que numerosas ciudades han experimentado después de casi dos siglos han terminado por generar ciertos movimientos de repulsa, que si bien hoy son minoritarios, no es descartable que puedan aumentar en el futuro. Como sostiene Lampagnani, una visión imparcial mostraría que actualmente, en los primeros años del nuevo milenio, a la mayoría de nosotros no nos disgustaría vivir donde nuestros abuelos y bisabuelos vivieron en su día. Hoy hay que reconocer que esas ciudades no eran las piezas de museo que son actualmente muchos centros históricos, paralizados en el tiempo y engalanados con cafeterías anacrónicas y tiendas demasiados elegantes. Un veredicto objetivo diría que gran parte de la práctica urbanística de las últimas décadas ha sido, en el mejor de los casos, inoportuna, y en el peor, inadecuada. Hay quien piensa que se ha dedicado demasiado esfuerzo para sacarnos del pasado sin ofrecernos algo mejor o al menos igual a lo que había antes (M. Lampagnani, La ciudad normal).
Pierre de Coubertin se percató de algo tan sustancial para los JJOO que aun sigue siendo un elemento clave en el movimiento olímpico y en su perfil negocioso. Me refiero a que, ya a fines del siglo XIX se habían conseguido éxitos significativos gracias a los avances conseguidos en lo que he llamado vencimiento del obstáculo de la distancia, concretamente, con el desarrollo de la navegación que propició la invención de la caldera de vapor. En poco más de un siglo, los éxitos en el vencimiento de la distancia han sido tan espectaculares que no es preciso mencionarlos porque están en la mente de todos. Sin la colaboración del desarrollo del transporte, el movimiento olímpico no habría resurgido del olvido o no habría alcanzado el estatus que hoy tiene de gran conglomerado de ocios, en el sentido de disfrute del tiempo libre, y de negocios. Junto a ello hay que citar el espectacular desarrollo que han tenido los servicios de hospitalidad, los cuales han pasado de las modestas posadas de antaño a los modernos hoteles industriales de hoy.
Las diferencias, pues, entre los juegos de la antigua Grecia y los que se celebraron en Atenas en 1896 son casi tan grandes como las que hay entre los que acabo de citar y los que se celebraron en la misma ciudad en 2004. Las diferencias seguirán creciendo. Lo pondrán de manifiesto los próximos juegos en Pekín (2008) y los que ojalá se celebren en Madrid en 2012. Si consigue ser la sede de unos JJOO, Madrid cambiará tan drásticamente su imagen como cambió la de Barcelona en 1992. Todo parece depender de la evaluación de los comisionados del COI que visitaron Madrid en febrero, los cuales no solo piden un proyecto de excelencia. Piden también eso que se ha dado en llamar intangibles: la colaboración sin fisuras de todas las instancias públicas, incluida la Corona, las instituciones financieras, productivas de bienes y servicios y el entusiasmo colaborador de la población madrileña. Tan singulares exigencias de lo que puedo llamar como economista la demanda del COI reflejan algo que por obvio se olvida: la competencia entre ciudades candidatas a ser designadas como sede, lo que podría llamar la oferta, a lo que conduce el alto valor que las sociedades altamente desarrolladas conceden al extraordinario espectáculo presencial y virtual que son los JJOO. ¿Cómo desperdiciar la oportunidad de obtener unos beneficios de seis mil quinientos millones de euros, dar trabajo a ciento setenta y cinco mil trabajadores y recibir a un millón y medio de visitantes ávidos de ver, oír, comprar y disfrutar? Sin embargo, sorprendentemente, las voces que hubieran podido resaltar los aspectos menos deseables no se oyen. ¿Por qué?.
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