
Por José Feito Fernández.
Quizás hayan pasado inadvertidas para muchos dos noticias concomitantes -al menos dos- aparecidas en La Nueva España sobre las vacas abandonadas (1) . El fuerte contenido, a la vez rural y literario, me trajo a la mente resonancias de «La lluvia amarilla» de Julio Llamazares (creo que es de llamazares) y a «Puerca Tierra» de John Berger (el fin del campesinado visto por un marxista inglés desde los Alpes franceses).
Desde hace unos días, los habitantes de Omente, en Ibias, padecen lo que ellos mismos han denominado como ‘el mal de las vacas solas’. Siete reses, todas ellas sin sanear y algunas con claros signos de desnutrición, se pasean por la pequeña aldea …” – dice una de las noticias. y la otra: “El Franco también padece el llamado ‘mal de las vacas solas’, las reses sin dueño carentes de saneamiento que campan a sus anchas por los pastos de las sierras …”
La acelerada o abrupta disminución del número de explotaciones ganaderas –probablemente, con disminución del número de cabezas en el total regional- parece ir acompañada de este tipo de escenas subrealistas o fantasmagóricas, como las descritas.
La monoproducción láctea (ciclo iniciado en la segunda mitad de los sesenta del S.XX), resultado de las dinámicas de incorporación al mercado del mundo rural asturiano y del refuerzo de las políticas que apoyaron esta dinámica, está llegando a su fase final (primer tercio del S.XXI). Del abandono de toda actividad y saber que no fuera obtención de leche de vaca se pasa, en la culminación del proceso, al abandono de las propias vacas. Queda, como en el caso de minería de la hulla, un paisaje de restos, escombreras, marcado por la presencia significativa de eucaliptos y cabanones de uralita, así como por un trasfondo de cultura quebrada, por la ausencia de instituciones, la proliferación de sincretismos perversos en la cultura material y en las ideas. Aparece un nuevo paisaje: la subruralidad.
En algunas partes de Asturias el escenario resulta más recargado aún, pues a lo ya expresado se añaden los residuos de explotaciones mineras, tal como podemos leer en el apartado Medio Ambiente de la página web de la asociación de Amigos del paisaje de salas donde se hace referencia a la minería del oro en Salas y Belmonte (“destrucciones del paisaje, contaminación, cianuro, arsénico, al final, desempleo”) y al cierre de ‘mina Conchita’ y ‘mina Collada’ (“más bien parece que el único producto rentable que ha salido de esas minas ha sido la dinamita …”)(2).
Para una región pequeña, aislada y fragmentada interiormente por su orografía, no resulta inteligente elegir una estrategia de economías de tamaño (de escala y de agregación urbana), de producciones masivas y, por tanto indiferenciadas (que busca únicamente la ventaja en los costes unitarios medios)y rígidas. Por contra, lo inteligente es elegir una estrategia de diferenciación de producto, de series cortas, de flexibilidad adaptativa a espacios de mercado en evolución constante y acelerada, …
Un sistema económico como el referido en segundo lugar se apoya (y apoya, a su vez a aquél) en un entorno cultural muy rico en instituciones (reglas de juego), valores (internalización de esas reglas de juego), representaciones en común (imaginario colectivo), numerosos «saber hacer» específicos (en conexión con los «saber hacer» universales en síntesis adaptativas eficientes)… en una sociedad cohesionada, con confianza y con bajos costes de transacción (lo que contribuye a fomentar las iniciativas de todo tipo, al ser viables estas con tamaños umbral bajos, es decir, sin necesidad de recurrir a grandes tamaños organizativos y financieros para que las iniciativas resulten viables)…
1. La Nueva España, 9 de Marzo de 2006, Alejandro Álvarez: “EL MAL DE LAS VACAS SOLAS”. La Nueva España, 17 de marzo de 2006, M. P.: “MEDIO RURAL SACRIFICA DOS ‘VACAS SOLAS’ EN EL CONCEJO DE EL FRANCO”
3. “La Nueva España publicó en Agosto de 2005 que la Guardia Civil sostiene en un informe incorporado al juicio del 11-m que mina Conchita y mina Collada ocultaron al control oficial 2.955 kilos de dinamita y 12.971 detonadores solamente entre Diciembre de 2003 y Marzo de 2004, ‘lo que hace imposible saber cuanta dinamita pudieron robar los terroristas’ y que ambas explotaciones falsificaban los libros para ocultar el consumo de explosivo, muy superior a la capacidad de sus minipolvorines”.
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