
Con motivo de su nombramiento de Socio de Honor de la asociación Amigos del Paisaje de Salas, D. Juan Velarde Fuertes hizo esta reflexión ante el paisaje de Salas.
Por Juan Velarde Fuertes
Existen paisajes privilegiados. A mi juicio éste de Salas lo es. Naturalmente en el paisaje entran elementos rurales y urbanos, y estos, a su vez, pueden ser civiles, religiosos y, como sucede en Asturias a partir de la Revolución Industrial que granó con fuerza a partir, aproximadamente, de 1845, fabriles. Y los civiles, a su vez, son públicos –como puede ser una carretera o privados, como puede ser un jardín, o una vivienda. Todo esto constituye conjuntos derivados de lo que Leoncio Urabayen denominó “la tierra urbanizada”. Y ¿cómo se contempla eso en Salas? Como socio de honor de los Amigos del Paisaje de Salas, considero que deben tenerse en cuenta estos dieciséis aspectos especialmente destacados.
El primero, dentro de las vegas de los ríos, donde aparece la silaba Na, procedente, evidentemente, del lenguaje de los primeros astures, surge un pueblo que pertenecía a un vasto conjunto de la Edad Antigua que el propio nombre de Salas, y del monte de La Sala enlaza, como se ha investigado con multitud de topónimos europeos. Uno, especialmente significativo, es el de la localidad sueca de Uppsala. Más de una vez he pensado en la posibilidad de que el Ayuntamiento de Salas propusiese un hermanamiento con esta histórica ciudad sueca.
Y en estas vegas de los ríos, el paisaje maravilla en el paso por el Concejo del río Narcea, porque allí se encuentra el gran monasterio benedictino de San Salvador de Cornellana. Impresiona la leyenda, o historia, de su creación, gracias a la osa que amamantó a una hija de la Infanta Cristina, que la había perdido en una cacería, pero mucho más, su resistencia a aceptar la dependencia, subterránea en cierto sentido, francesa de la regla de Cluny, alineándose en este sentido nada menos que con el Cid. Por otra parte no se puede olvidar el asalto que sufrió de los vikingos, que río arriba desde el Nalón, pasaron al Narcea y se apoderaron de riquezas importantes. Y desde el punto de vista de la historia social aquí, en sus servidores medievales, se produjo una huelga, para rechazar una dieta excesiva de salmón. Además el nombre de Cornellana, derivado de Corneliana, muestra una presencia romana colonizadora, que no quiso desprenderse de las ventajas de una vega cuya contemplación encanta siempre y por eso siempre fue ansiada. Lo prueban los restos monumentales, como la fortaleza de Doriga, ligada a esa figura admirable en la literatura y la economía que es Valentín Andrés Álvarez, y en un sentido político, al Partido Reformista de Melquiades Álvarez, representado allí por Corugedo.
El segundo paisaje es el proporcionado por el río Nonaya, que desciende desde Bodenaya por un cauce muy cerrado y que cruza la villa. El paisaje de los miradores y demás encristalamientos, orientados para recibir el sol, y extendidos sobre una gran proporción del Nonaya en Salas, es de una belleza que enlaza con situaciones paralelas en Venecia o sobre los canales holandeses nada menos. Y sobre este cauce, en la villa de Salas, se alza el castillo. Esa plaza fuerte, cuando la frontera con los musulmanes estaba a centenares de kilómetros, ¿cómo se justifica? Según Ramón Prieto Bances como consecuencia de un choque con la Mitra de Oviedo, que se negaba a pagar por productos que procedían de posesiones en tierras leonesas a su paso obligado por Salas. El castillo y la fuerza armada local de los señores de Salas, obligaron a ese pago, desafiando las condenas religiosas que, por ejemplo, hicieron que Avilés, ante una situación parecida en relación con importaciones de vinos, se doblegase. Los de Salas desafiaron y, al final, triunfaron. Prieto Bances recuerdo que me decía: “Estuvisteis los salenses a punto de ser los primeros protestantes”. Yo estoy seguro que sobre aquellos viejos hidalgos, que así pasaban a recibir de la Mitra de Oviedo cantidades importantes, y cuyo recuerdo queda en los escudos sobre diversos edificios de la localidad, extendió su manto y los protegió la Virgen del Viso. Nuestra Virgen del Viso, desde ese monte que abriga a Salas, y que constituye un elemento maravilloso de nuestro paisaje, hizo que no se abandonara la ortodoxia y a ella debemos mucho todos y cada uno de los salenses. Su capilla, en lo alto, es un elemento esencial de nuestro paisaje, y lo que desde él se divisa –al Norte, el Cantábrico conforma un conjunto de una belleza admirable. Constituye lo adecuado para comprender no solo maravillas del Concejo, sino las de buena parte de Asturias, porque allí, en el fondo, hacia el Este, se puede divisar el contorno de Oviedo.
El tercer paisaje extraordinario es el que proporciona el recorrido de lo que queda de la canalización romana, relacionada con la minería del oro, que nos ha mostrado Schultz en su libro sobre la geología de Asturias y que –el nombre después se ha transformado provoca esa maravilla acuática que Schultz denominaba el Pozo Cellorico. El nombre es lo de menos, pero la maravilla, repito, hay que contemplarla.
El cuarto gran paisaje natural e histórico se encuentra a orillas del Narcea, en la localidad de Soto de los Infantes. ¿De qué Infantes se trata? Se dice que fue el refugio último de los Infantes de Carrión después del abandono despreciable de las hijas del Cid, para huir del rechazo colectivo. Y escogieron bien. Piénsese que aquí existe el clima adecuado para que prosperen los naranjos. Antes que las de Valencia, se exportaban estas naranjas, en el siglo XVIII, a Inglaterra, en ocasiones con altibajos provocados por acontecimientos como el apoyo bélico español a la independencia de los Estados Unidos. Recuerdo el sabor extraordinario que tenían en mi infancia las naranjas de Soto de los Infantes.
El quinto lugar extraordinario en estos valles pluviales se encuentra en la capilla, cerca del Nonaya y de Cornellana, donde veló las armas Jovellanos durante una noche, antes de ser caballero de Alcántara en Belmonte. Es preciso localizar perfectamente todo esto desde el punto de vista geográfico y, en colaboración con el Foro Jovellanos debería nuestra Asociación fijar en ella una placa para que perennemente, se tenga la noticia.
El sexto paisaje procede del Camino de Santiago que, desde Cabruñana a La Espina, pasando por Salas, deja huellas interesantísimas. Como se creía que cierta parte de los peregrinos tenían lepra –es valiosísima la aportación en este sentido del médico Dr. Tolivar, hasta que el Dr. Casal mostró que tal lepra era, sencillamente, la pelagra, a causa de una defectuosa alimentación, por eso surgen templos y hospitales, como la iglesia en Salas de San Roque o Santa María de Bazar en La Espina, o lo que en Cabruñana atiende a estos pretendidos malatos. Pero al llegar a La Espina, el paisaje se colma, en una especie de meseta plagada de turberas, de una originalidad extraordinaria. Una niebla frecuente, acompaña al interesante panorama, con flora y fauna características, y que merece la pena contemplar. Y también en el Camino de Santiago, está Villazón, con su preciosa iglesia restaurada y, en ella, un Santiago matamoros impresionante.
El séptimo paisaje original se deriva de ser Salas uno de los Concejos con brañas. Por supuesto se ha demostrado que no tienen sus habitantes diferencias raciales de ningún tipo con los xaldos. Todo procede de esa pugna entre agricultores y ganaderos que existió en España ¿hablamos de la Mesta y de las pugnas que creaba? , pero desde los lugares de vivienda de los vaqueiros de alzada, ¡qué impresionantes panoramas se divisan!
Ha surgido –lo pongo en octavo lugar otra realidad en las alturas de los montes. Ahí mismo lo vemos en el Rebollín. Son los nuevos molinos de viento para generar energía eléctrica. Han cambiado el paisaje, y esto crea críticas. Claro que yo pienso en sus primos hermanos: los molinos de viento. No existían antes del siglo XVI. Llegaron para hacer posibles moliendas que la sequía impedía en los tradicionales molinos movidos por una corriente de agua. Por ser algo extraño, engañaron a Don Quijote. Pero hoy forman parte del paisaje manchego. ¿No podrá suceder lo mismo, al cabo de cierto tiempo, con los que ahora cubren lugares montañosos de Salas, alterando el juicio estético actual?
El noveno atractivo paisajístico son las cavernas. Ahí está, sobre el Nonaya, la cueva de Zorrina, con su complemento de estalactitas y la posibilidad de que en ella puedan encontrarse muestras de los primeros pobladores de este Concejo. Es digna de visitarse y de investigarse.
Porque –décimo aspecto paisajístico importante de viejos pobladores del Concejo de Salas proceden posiblemente nombres a paisajes destacadísimos. Roso de Luna, sostuvo, tras visitar Salas, que esa montaña impresionante que es el Caurivo, deriva su nombre de Kauras, la lanza de Wotán, cuando a Salas llegaron los godos. Y no deja de ser curioso que Godán se encuentre camino del Caurivo. Y otra montaña que forma parte de la belleza del paisaje de Salas es el Mon Xar. Don Valentín Andrés Álvarez me dijo un día, contemplándolo conmigo: “Mon Xar es, sencillamente, una derivación de Mon Sacro. Es una montaña sagrada, y es suficiente el contemplarla para darse cuenta de que de ella puede desprenderse algo mágico”.
Undécimo atractivo paisajístico son los yacimientos de fósiles. Había uno en Casa Zorrina que mucho nos atrajo. Una ampliación de las carreteras demolió algo que yo estimo que tenía 130 millones de años en cuanto fecha en la que se acumularon cantidades enormes de moluscos, de espongiarios, que parecían proceder del jurásico. Pero quedan muestras en la colina que hasta allí llega, y donde se encuentra la capilla de Santa Ana, con una interesante Santa Generación en su interior. Pero he aquí que, con muestras de algún molusco fósil en su entrada, a sus pies se encuentra una cueva no muy profunda. Es lógico pensar que en ella hubo culto que, al arribar el cristianismo, motivó que sobre ella, para eliminar la idolatría derivada, apareciese una iglesia cristiana. Y eso es lo que sucede con los tejos. De su carácter sagrado se ha hablado mucho. De ahí que frente a ellos surjan iglesias. Recordemos el impresionante tejo que brilla en el paisaje de Villamar, con la iglesia inmediata. Y aquí, en la villa de Salas, ¿no están los tejos de la iglesia de San Martín, elemento clave de ese conjunto, paisajístico de primera calidad que se halla en la salida al Viso, y donde además se encuentra la sepultura de quien fue el último rey separatista de Asturias, el derrotado y, por ello, cegado por el vencedor, y que allí residió hasta su muerte. Las cruces de la Victoria que abundan en esa iglesia prerrománica muestran esa presencia de Alfonso IV.
Y lo mágico también existe como atractivo. ¿Cómo no hablar de esa fuente, en el monte del Viso, que tiene una encantada, que está dispuesta, con su belleza y oferta de tesoros, a ahogar en ella a algún buen mozo que por allí pase? Y quedan fuentes por aclarar en este sentido. Por ejemplo, la de “doña Lir”, ¿a quién se refiere? ¿Y a qué se debe que ese remanso del Nonaya, donde el agua puede cubrir, se le denomine Pozo de Ondinas?
Duodécimo motivo paisajístico de primera fila es la observación de los vegetales que pueblan el concejo. Por una parte, la hierba de los prados, cuya división múltiple, crea, al jugar con los artos que crecen en las fronteras entre las diversas propiedades, unos conjuntos bellísimos. La división de la propiedad da origen, mil y una veces, a panoramas ante los que uno se extasía. Y a su lado, los bosques, de castaños, de robles –de ahí el nombre del citado Rebollín , de nogales, e incluso de cerezos. ¿Y qué decir de las palmeras tropicales, que muestran que su dueño primero tuvo mucho que ver con América? Tampoco se puede olvidar que para utilizar la madera como materia prima, en nuestro paisaje hay pinares, y desde luego, pocos eucaliptos. Más bien –ahí están los aislados en los senderos del Viso como curiosidad. Menos aun, las pumaradas, sin las que no sería posible que tuviésemos sidra.
Lógicamente, en decimotercer lugar, es preciso citar las iglesias prerrománicas y románicas que han logrado mantenerse, y que atraen por su belleza. Algunas están citadas. Pero me falta hablar de una que, mi amigo y admirado Manolo Ciana, que falleció no hace mucho como un gran médico en Oviedo, aseguraba que había volado por el aire. Me llevó al prado donde quedan, en un lugar allá por la carretera hacia La Espina, y con claridad, las huellas de su recinto, y luego a admirar, en San Vicente de Poles, esa realidad románica que había volado, dejando de ser la otra parroquia de Salas, con la de San Martín.
Y ya que de iglesias hablamos, en decimocuarto lugar menciono la Colegiata de Santa María la Mayor, con ese mausoleo impresionante obra de Pompeyo Leoni, donde está sepultado el Inquisidor Valdés, aparte de otras obras artísticas que atraen al turismo.
Hablé de la tierra humanizada. Esta crea, en decimoquinto lugar, conjuntos urbanos como el de la villa de Salas, que primero se llamó la Pola de Salas del Anonaya. También esas edificaciones debidas a los indianos, que destilan belleza con un fondo esmeralda en mil lugares. Y las carreteras –veremos si merece la pena desde el punto de vista paisajístico, como una nueva Carrilera, el que quizá sea un viaducto impresionante en forma de puente hacia La Espina , porque ferrocarriles nunca han llegado al Concejo, a pesar de que hubo intentos en el valle del Narcea. Asimismo están las fábricas. Ahí se encuentra el ansiado complemento fabril que han puesto en Salas, las instalaciones de Danone, que superan ampliamente lo que intentó en 1848, en plena revolución industrial asturiana, mi bisabuelo Vicente Velarde, uno más de los empresarios venidos de fuera de Asturias, esos que levantaron la región junto con los americanos, con los indianos. Es obligado citar, ahí, de nuevo, a Villazón y a los Arango.
Pero no puedo terminar sin el decimosexto elemento de belleza atractiva de Salas. Me basta el recuerdo de mis guapísimas compañeras en el Colegio Valdés –hoy las representa aquí Marujina Soto-Jove , de mis amigas en excursiones, en romerías, en reuniones en sus domicilios con algún tocadiscos elemental, para percibir que la belleza, que se mantiene, de las salenses, explica también la atracción hacia esta villa. ¿Por qué se viene aquí, a Salas, a lo que llamamos la Casa de la Condesa de Casares, el punto clave de una empresa de transportes tan importante como ALSA? Aquí tenemos hoy entre nosotros a María Victoria como prueba. Existe una belleza colectiva extraordinaria que de algún modo la describió así Clarín, en su cuento Aprensiones, en 1901:
“La hermosísima Amparo vivía, durante el invierno en una ciudad no muy alegre del centro de España; y por el verano, dejando a su marido atado a su empleo, se marchaba como una golondrina a buscar tierra fresca, alegría, allá al Norte”.
¿No sería la hermosísima Amparo, después de todo lo que se ha dicho –Leopoldo Alas no lo aclara la que viniese precisamente a Salas a competir con otras hermosísimas?
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