
VÍDEO: https://youtu.be/jBcCsOJ2cTI
Palabras pronunciadas por Juan Menéndez Arango, presidente de Amisalas
“Adolfo García presentó, el sábado 25 de Febrero, en Salas su libro “Alabanza de Aldea”, Su charla que fue filmada pronto la podremos ver aquí. Entretanto coloco las palabras que hice de presentación del acto.
Buenas tardes. Nos reúne aquí la presentación del libro de Adolfo García que lleva el título de “Alabanza de Aldea” y que está editado por la tan meritoria Editorial KRK.
Por si alguno no sabe, cosa rara sería, quien es Adolfo García, voy a leer una breve nota biográfica:
ADOLFO GARCIA MARTINEZ, estudió en Oviedo, en Pamplona, en Valencia, en Italia, en Lovaina, en Lyon y en París. Fue Catedrático de Enseñanza Media durante 20 años. Ha sido profesor asociado de la Universidad de Oviedo y Profesor de Antropología Cultural en las Universidades de Valladolid y de Oviedo, respectivamente, así como en la Escuela de Trabajo Social y en la Escuela Universitaria de Magisterio. Fue también, durante varios cursos, Profesor Invitado por la Universidad de Oviedo en la que impartió Cursos Monográficos de Doctorado y dirigió trabajos de investigación de carácter etnográfico y antropológico. Dirigió Proyectos de investigación y Tesis doctorales. En la actualidad es Profesor-Tutor de Antropología Social y Cultural de la UNED.
Es Licenciado y Master en Filosofía y Diplomado en Psicología Social por la Universidad Libre de Lyon (Francia); es Licenciado en Sociología por el Institut de Sociologie de Lyon; es Licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad de Valencia y Doctor por la de Oviedo, con una tesis de Antropología Cultural. En 1987 se le concedió el Premio Juan Uría Riu por sus trabajos de investigación en el campo de la Cultura asturiana, y en 1997 se le galardonó de nuevo con el II Premio de Investigación y Recuperación de Comarcas Rurales, otorgado por una mancomunidad de varios municipios asturianos. Es Miembro Correspondiente del Real Instituto de Estudios Asturianos.
Mientras entran los más rezagados me voy a permitir leer unas notas sacadas de la lectura de su libro.
Adolfo García nos hace dos regalos, el de desgranar en el libro sus sugestivas ideas y el de acudir aquí, a Salas, llamado por Amigos del Paisaje de Salas con la misma generosidad que siempre lo ha hecho. Él sabe que somos una modesta asociación que no recibimos subvenciones de nadie y no disponemos de medios pero siempre acude cuando se le llama. Ya otras dos veces acudió aquí, una a hablarnos sobre su libro sobre Los vaqueiros de alzada, asunto sobre el que es quizás el máximo especialista asturiano y otra vez para hablarnos sobre la ancianidad en el medio rural, asunto sobre el que ha hecho investigación básica, de primera mano, visitando residencias y pueblos y hablando con multitud de ancianos. Gracias por todo ello, gracias por venir, Adolfo.
El asunto del que nos habla es el de las aldeas, de los pueblos, que sufren un proceso de aculturación, de ruptura con las tradiciones de siglos y que difícilmente pueden sumarse al mundo moderno y lo están haciendo pagando el precio de la despoblación, que precede a la ruina de las casas. En algunos casos a la desolación.
Adolfo cree y además considera indispensable y en este libro lo razona que los pueblos pervivan y que se desarrolle una estructura productiva sustitutiva de la anterior. Lo primero ante un mal, es hacer un diagnóstico y él lo hace detalladamente. Luego tomar medidas paliativas o curativas. Y va analizando una a una diversas alternativas posibles en las que él cree.
Sabemos que hoy hay una tendencia a querer hacer del campo un lugar de esparcimiento de las poblaciones urbanas que hoy son las que dominan. Esas poblaciones urbanas para las que el mayor bien es la disponibilidad de tiempo, cosa que en el campo ya se suele tener. Pero la frontera entre lo rural y lo urbano va desapareciendo y los usos y costumbre marcados por la radio, por la televisión y el fácil transporte van creando una nueva cultura común. Aunque en el campo, desgraciadamente va acompañado con la destrucción de las tradiciones y costumbres anteriores, consideradas ahora anticuadas.
El eje de la vida tradicional era la casa, que era el lugar donde se nacía, crecía y moría y un modelo de explotaciones rurales y ganaderas de las que nos hablará. Los patrimonios se iban formando por acumulación de generaciones. Se plantaban castaños, es un ejemplo, para que los nietos disfrutaran de su producto final, como nosotros lo habíamos hecho de lo plantado por nuestros abuelos. Ese era un mundo más modesto que el de ahora, pero más protector para el individuo. Hoy se quiere sustituir esa protección con las de ayudas que no impliquen trabajo como contrapartida. Este actual modelo que se quiere proponer, a la larga será un modelo peor porque conducirá a la ruina total. Antes era importante sobrevivir y mantener la casa, la estructura familia y en conservar las relaciones, los valores, las creencias, las tradiciones. Hoy todo eso está desapareciendo.
En las casas era necesario ser muy trabajador y muy inteligente para sobrevivir bien. Hacía falta saber de muchas cosas. Un ama de casa era panadera, charcutera, tejedora, horticultora, granjera, a veces comadrona, practicante y muchas cosas más. El hombre era ganadero, agricultor, herrero, maderero, carpintero y muchas cosas más. Todo eso se transmitía a los descendientes.
Hoy, la verdad, aparentemente no hace falta tanto trabajo ni tanto saber para sobrevivir. Las pensiones garantizan un cierto nivel de población, pero envejecida y poco activa. El resultado, no es el crecimiento y la expansión del patrimonio, sino todo el contrario, la decadencia y la ruina.
Cuando una sociedad no reconoce ni es capaz de transmitir sus principios y valores es que está enferma. El olvido de la tradición y la negativa de la mujer a asumir ese su antiguo papel, unido a otras muchas causas es lo que ha provocado la decadencia actual. También el de la negativa de los hijos a asumir el papel de los padres.
Otro factor importante es que este proceso provoca una baja de la autoestima y se entra en un proceso descendente de esta. La crisis de los pueblos nace de una crisis de identidad cultural y social.
Pero ¡cuidado! Esta crisis y este problema de aculturación se van trasladando también a los entornos urbanos y puede acabar hasta con un país. Los cambios, lo que algunos llaman el progreso pueden traer efectos indeseados de efecto retardado. El progreso trae tantas amenazas como promesas. Por ejemplo, la sociedad tradicional tenía una solidaridad que hoy ya no existe. Las sextaferias eran un ejemplo de ello. Hoy todo se espera de la autoridad municipal y de unas brigadillas de trabajadores que vienen de fuera y hacen así las cosas a su gusto, que no suele ser el de los campesinos o habitantes rurales. Además el campesino a veces entiende el progreso como la destrucción de la tradición y es el primero en labrar su propia ruina. Las construcciones rurales actuales suelen ser un mal modelo estético, mucho peor que los modelos anteriores. Nunca se hicieron casas más feas.
Para conservar hay que ocupar y producir. El espacio tiene que estar ocupado para conservar. Sino, lo hará una masa de funcionarios siempre crecientes. Legaremos pronto a tener más administradores que administrados. Labraremos nuestra propia ruina.
El motivo principal que lleva a la emigración de los pueblos no es la calidad de vida y la falta de oportunidades sino la destrucción de la cultura local por la cultura oficial. El abandono de los viejos saberes técnicos transmitidos de generación en generación, la desaparición de las escuelas rurales, y sus sustitución por centros en los que solo se propagan unos saberes para vivir fuera de ese medio, porque los propagan profesores que no lo conocen y que son sustituidos cada año por otros distintos, lleva a ese situación de ignorancia de lo propio que conduce a una pérdida de la autoestima y al final, al abandono por todo aquel que puede marcharse.
Por eso cuando se fijan soluciones económicas solamente, como se viene haciendo (eso sí, desnortadas y vacilantes además) no se está comprendiendo la magnitud, ni por tanto atajando el problema. Por eso es tan importante que existan personas como Adolfo que llamen la atención sobre la complejidad del problema y quieran atacarlo en su raíz. Por eso es tan importante que se escriban libros así, es tan importante que haya actos como este que deberían multiplicarse. Porque todo se está fiando a las soluciones que aporte la Administración y unos técnicos externos que con demasiada frecuencia y a pesar de que a veces tienen interés en aportar soluciones, lo hacen a veces de forma despótica, sin consultar a los supuestamente beneficiados a los que no se suele escuchar y a veces ni respetar. Pasa muchas veces.
Hay que respetar la tradición, los viejos saberes, la estructura familiar hoy muy en crisis. Hoy día es muy difícil mantener a la mujer en el campo, porque, con razón no quiere asumir una sacrificada vida sin compensaciones. Y sin una incorporación de la mujer al campo, no hay solución.
Adolfo propone soluciones o paliativos a estos problemas. Él nos hablará de ello y si hay tiempo suficiente podremos opinar y debatir algo todos nosotros.
También le suscitaremos cuestiones de política fiscal, sobre lo que tantos prometen tanto y luego lo que nos encontramos son medidas letales para los pueblos, como impuestos de sucesiones agravados por impuestos sobre plusvalías, con acompañamiento de impuestos a las casa-tienda-bares de los pueblos que van cerrando por la baja de clientes y la subida de impuestos. La última genialidad es la aplicación del impuesto del IBI sobre los hórreos que va a contribuir a ir destruyendo uno de nuestras enseñas paisajísticas tradicionales. Si los hórreos que son bienes muebles, se convierten en viviendas, es por la convivencia de la autoridad que debe tramitar y autorizar ese cambio de uso. Pero es más fácil decir que paguen todos.
Adolfo defiende la agricultura y la ganadería, con un modelo de explotaciones rurales y ganaderas de las que nos hablará, defiende las explotaciones familiares frente a las grandes, un tipo de turismo rural que nos explicará. Él lo tiene claro, muy claro porque lo ha estudiado mucho. A la pregunta de que hay que salvar de los pueblos, el responde con convicción: A los paisanos.
Un espacio sin paisanos carecerá de valor turístico y desaparecerá cualquier conservación.
Por último, además de salvar al paisano, al individuo, debe salvarse el asociacionismo, bastante débil y poco apoyado salvo para obtener réditos electorales. Y hay que lograr unas relaciones cordiales, empáticas con los poderes públicos, para no verse constantemente manipulado y envuelto en causas que no son las suyas. Pues en esos poderes en debería tratar de encontrar remedio y comprensión de sus males. Una vida política en suma, más sana”.
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