
Por Francisco Muñoz de Escalona.
«Sólo tenemos elección entre verdades irrespirables y supercherías saludables»(E. M. Cioran, 1911 – 1995).
El día 9 de enero de 2008, el gran diario asturiano LA NUEVA ESPAÑA publica un reportaje firmado por R. L. Murias titulado EL TURISMO RURAL SALVA LOS OSCOS. Se refiere el reportero a un aumento de población en 2007 con respecto a la de 2006 de 15 habitantes sobre la población total de 1.419 de los tres concejos de la secularmente deprimida comarca ubicada en el suroccidente profundo de Asturias, lo que supone “la nada despreciable” tasa de aumento del 10% durante el último año. El reportero se queda pospasado con semejante crecimiento y no duda en atribuirlo al “desarrollo turístico” que, según él, han experimentado los tres concejos (Santa Eulalia, San Martín y Villanueva) gracias al poder indudable y fulminante del efecto atracción ejercido, el sr. Murias no lo duda, por la breve pero mediática estancia que la familia del presidente del Gobierno de España pasó en la comarca, concretamente tres días en una casa de aldea propiedad de un alcalde del PSOE. La redacción del diario concede al reportaje de R. L. Murias dándole relieve regional, esto es, sacándolo de su contexto comarcal y “occidental”. Copio a continuación cuatro párrafos harto elocuentes del reportaje que comento:
“Desde hace veinte años, los tres concejos de Los Oscos ha apostado por aplicar una nueva política de desarrollo rural que combina el mantenimiento de las actividades tradicionales como la ganadería y la agricultura, sin olvidar la puesta en marcha de un turismo vinculado al valor natural y paisajístico de la zona.
Lo cierto es que estos tres concejos han comenzado a sonar como una de las zonas con más interés turístico de la región, después de que Rodríguez Zapatero recalase en el pequeño núcleo de Santa Eufemia, en el concejo de Villanueva de Oscos, y loase las excelencias de la comarca. Según indicaban recientemente hosteleros de la zona, se está notando el efecto, y numerosas personas acuden a la zona para conocerla.
El presidente de la asociación de turismo rural de la zona Oscos (Anturta), Marcos Álvarez, asegura que «los datos del Instituto de Estadística son la recompensa a un trabajo equilibrado durante muchos años y que debemos seguir manteniendo para no cambiar la tónica que nos ha revitalizado».
Marcos Álvarez reclama a los políticos una mayor sensibilidad con el paisaje y el medio rural. «Que se vayan quitando de la cabeza esas ideas que están en el aire, me refiero a los parques eólicos, que pueden terminar con todo lo que tanto tiempo y esfuerzo nos ha costado alcanzar», deseó.”
En un arrebato de entusiasmo, Murias no duda en calificar de milagro el inusual aumento de la población que han experimentado los tres concejos de Los Oscos, un milagro que, como él dice, “tiene nombres y apellidos: turismo rural y desarrollo sostenible”, una frase sin duda harto redundante pero que refuerza interesadamente el mensaje hasta la saciedad habida cuenta de que, como reza el tópico, el turismo rural es una forma de desarrollo sostenible y el desarrollo sostenible, una característica ineluctablemente asociada al turismo rural. Nadie en su sano juicio puede atreverse a dudar de las sólidas y crípticas vinculaciones entre los dos elementos pues no es que estén relacionados entre sí sino que para muchos turisperitos y ecologistas volcados al turismo son una y la misma cosa. Aun así es de saludar las saludables dudas de dos alcaldes de la comarca, los de Santa Eulalia y San Martín, quienes al parecer no son tan optimistas como el de Villanueva, para quien “se han consolidado nuevos negocios en la zona y se ha construido mucha segunda vivienda”, una postura que ya va dejando de ser bien vista por los ecologistas más exigentes.
Parece que el entusiasmo acrítico del reportero Murias se ancla en la postura del presidente de la asociación de turismo rural de Oscos (Anturta), Marcos Álvarez, quien, como ya se ha visto en la cita anterior, “después de que Rodríguez zapatero recalase en el pequeño núcleo de Santa Eufemia, en el consejo de Villanueva de Oscos y loase las excelencias de la comarca (…) se está notando el efecto, y numerosas personas acuden a la zona para conocerla” La verdad es que después de leer la entusiasta evaluación del presidente de Anturta le queda a uno la malsana curiosidad de saber cuántas son las numerosas personas que acuden a conocer la comarca, cuántos días permanecen en ella y a cuantos euros ascienden los sin duda cuantiosos gastos que los visitantes realizan en la comarca. Pero no importa. Basta para hacerse una idea conocer los positivos efectos sobre la población comarcal, nada menos que un 10% en 1971 con respecto al año anterior. No importa que de 23 de los 26 concejos del occidente asturiano hayan perdido población durante el mismo periodo ni que toda la subregión esté experimentando una imparable sangría demográfica desde 1900, lo que pone en solfa la opinión de Marcos Álvarez en el sentido de que “los datos del Instituto Nacional de Estadística son una recompensa a una trabajo equilibrado durante muchos años”. Un milagro, según el hostelero comarcal oscosense, un criterio que no se sostiene más que las peligrosas, triunfalistas y piadosas falsedades que tanto se propalan en los trabajos sobre lo que llaman turismo los turisperitos y que luego van de mano en mano como la falsa moneda de la copla.
Ignoran sin duda la dura verdad del turismo en general y del turismo rural en particular quienes tan a menudo caen en la fe del carbonero de las erróneas teorías al uso del turismo, teorías que puede que tuvieran sentido hace medio siglo pero que hoy son la causa de que se haya caído y se siga cayendo en una suicida sobreabundancia de inversiones en servicios facilitadores (alojamiento y restauración) y en servicios incentivadores sólo capaces de atraer visitantes en un radio de acción que en raras ocasiones desbordan lo meramente regional. Si los socios de Anturta en particular y los hosteleros de occidente en general dispusieran de un observatorio medianamente eficaz se habrían dado cuenta de que lo que se planteó como buque insignia del turismo rural asturiano, la política de desarrollo rural dizque integrado que el gobierno asturiano propició en el deprimido concejo de Taramundi en la década de los ochenta del siglo pasado, no ha rendido los resultados que alegremente se esperaban de ella. Ahí está el artículo de mi autoría que publicó en marzo de 2005 la revista digital de la Universidad de Málaga Contribuciones a la economía (el lector interesado puede verlo en www.eumed.net/ce) Aquel trabajo, titulado La verdad del turismo rural: el caso de Taramundi como paradigma, terminaba con los datos del censo de población del año 2001. En este año la población de Taramundi era ya de 893 habitantes, es decir, la tercera parte de la población de 1900 (2.928 habitantes) Pero han pasado seis años y acabamos de cerrar el ejercicio de 2007 con una población de 775 habitantes, lo que supone la friolera de 1.153 habitantes menos que en 1900.
Dividamos el periodo 1900 – 2007 en tres periodos: 1900 – 1960, 1960 – 1981 y 1981 – 2007. El primero puede caracterizarse por la autarquía y el subdesarrollo propio de la España rural. El segundo es el periodo de la España del desarrollismo industrial, urbano y de servicios que propició la nueva política económica del tardofranquismo, la transición y los primeros años de la democracia. El tercero y último es el periodo que se caracteriza por la política que el gobierno asturiano aplicó para conseguir el desarrollo rural introduciendo como tercer pilar el turismo para reforzar la agricultura y la ganadería. Pues bien: Taramundi perdía 12 habitantes al año durante los 40 años del primer periodo y 20 durante los 21 del segundo periodo lo cual quiere decir que la sangría demográfica del concejo se aceleró durante los años del desarrollismo casi doblando la media del periodo anterior. Entre 1981 y 2007 la pérdida demográfica permanece alrededor de una media anual de 18 habitantes, algo menos que la experimentada durante el segundo periodo pero bastante por encima de la del primer periodo. Esto en términos absolutos porque en términos relativos, mientras la pérdida de población durante el primer periodo era del 0,4 % anual la del segundo más que se duplicó, pasando al 0,9 % para superar el 1,3 % durante el tercer periodo, es decir, tres veces más que durante el primer periodo.
¿Pueden entonces echarse las campanas al vuelo con titulares tan triunfalistas y piadosamente falsos como el titular del reportaje de Murias? ¿Se puede decir que el turismo rural salva Los Oscos? ¿Es un simple año tiempo suficiente para afirmar que la población del Los Oscos aumentó un 10 % entre 2006 y 2007.
Llevo casi tres décadas advirtiendo del peligro que por medio de ciertas bienintencionadas falacias propagan los turisperitos sobre los supuestos generalizados efectos siempre-beneficiosos que el turismo tiene para sacar del subdesarrollo a los pueblos y a las comarcas rurales. Estas falacias pasan a los candorosos y soporíferos seminarios que organizan los centros de desarrollo rural de los concejos y de las consejerías de medio rural de los gobiernos regionales tanto en España como en otros países de nuestro entono. Luego estas falacias pasan a ser de dominio público a través de muchos bienintencionados y acríticos reporteros y cuando se quiere acordar ya están instaladas como verdades dizque científicas en los ámbitos empresariales y administrativos. Es entonces cuando los daños son ya irreversibles.
Una simple mirada crítica a los hechos puede servirnos para no seguir cayendo en las falacias del turismo rural puesto que a estas alturas no sólo la crítica conceptual es capaz de arrojar luz sobre la desenfocada teoría convencional del turismo sino que también la evidencia empírica nos permite verificar que el turismo rural no es siempre y en cualquier lugar la panacea para conseguir que las comarcas desfavorecidas rompan el círculo vicioso de la pobreza y la despoblación que la acompaña ineluctablemente. El caso de Taramundi es, ciertamente, paradigmático. Incluso a pesar de la inteligente y sostenida gestión de su alcalde, las inversiones en lo que se cree que son establecimientos turísticos (alojamientos y museos) cuando tan sólo son meramente paraturísticos, esto es, para los turistas y para los productores de turismo o turoperadores no ha logrado romper su secular y reticente tendencia a la despoblación. Y, por lo que se ve después de caso tres décadas no creo que la rompa, ni siquiera combinando los negocios paraturísticos con la agricultura o la ganadería. Las leyes económicas son a veces tan necias como las de la física. Qué se le va a hacer.
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